jueves, 7 de agosto de 2014

FUIMOS ENORMEMENTE FELICES (A pesar de la derrota)


Cada vez que aparece un nieto desaparecido, entonces volvemos sobre la historia de los padres que están desaparecidos y ya sabemos que nunca aparecerán, no volverán, no cobrarán vida, como es el caso de cada aparición de un joven que encuentra su identidad. 

Cada vez que eso ocurre no dejo de emocionarme. No tanto por la identidad recuperada, sino porque me conmueve leer otra vez la historia de vida de esos padres que no están y no estarán. Ellos son parte de mi generación y yo me siento parte de ellos. Me ocurre lo mismo cada 24 de marzo, el aniversario del golpe militar. 

Ese día se rompió una ilusión, se quemaron las esperanzas y se enterró en lugar desconocido la posibilidad de una Argentina que todavía no alcanzamos a pesar de los 30 años de democracia. El final de nuestro proyecto como juventud, como nueva generación, fue de la peor manera. La palabra trágico es tibia al lado de los hechos. Pero en la distancia – como miembro de esa generación –, siento que éramos, fuimos, enormemente felices. Fuimos capaces, desde la propia adolescencia, de construir un cuerpo de ideales que muchos años más tarde fueron el rumbo de la  sociedad argentina. No inventamos nada. Recogimos lo mejor de la historia e intentamos ponerlo en práctica. No fue posible. Pero fuimos enormemente felices. Hoy vemos asombrados cómo la historia da una revancha y el río vuelve a tener el impulso de otros tiempos. 

No es verdad – como le gusta remarcar a la derecha recalcitrante – que todos fuéramos montoneros y adhiriéramos a movimientos guerrilleros. Quienes formaron parte de estos grupos fueron una minoría a la que le gustaba arrogarse la representación de toda una generación. Personajes siniestros como Firmenich viven hoy en Barcelona disfrutando de una vida que muchos de mi generación quisieran tener. Pero no comparto la historia de “Los Dos Demonios”; la guerrilla por un lado, el terrorismo de Estado por el otro. 

La guerrilla nunca dejó de ser una expresión equivocada en la lucha por las libertades y la democracia. Pudo ser resuelta la controversia por la vía judicial. No era necesario matar una generación entera y enterrar con ella – por extensión – a los padres y familiares de esa generación. Pero ambos bandos se quieren arrogar una representatividad que no es tal. 

En los diarios de hoy, 6 de agosto de 2014, se presenta a Oscar Montoya y Laura Carlotto (padre y madre del nieto recuperado 114, el nieto de Estela de Carlotto, presidente de la ONG Abuelas de Plaza de Mayo) como miembros de la organización Montoneros, cuando en realidad eran miembros de la Juventud Universitaria Peronista, una organización estudiantil. Ser montonero, formar parte de la organización Montoneros, era otra cosa.  A los militares les gustaba meternos a todos en la misma bolsa para justificar el genocidio. Y a personajes de pocas luces intelectuales, como la dirección de Montoneros, les gustaba que les adjudicaran una representatividad que no habían conseguido por mérito propio. La calificación no me pertenece. Es del periodista Horacio Verbitsky, expresada en el documental “Paco Urondo, La Palabra Justa” cuando se refiere a la pregunta ¿Por qué una mente lúcida y limpia como la de Urondo podía obedecer órdenes de gente de tan pocas luces como al dirección de montoneros? Se refiere al hecho de que la dirección de Montoneros lo envió a Mendoza donde sabía que lo iban a matar, como así ocurrió. 

Nunca he sido peronista ni lo soy. Pero tuve grandes amigos en la Juventud Universitaria Peronista de Económicas en la UBA. Doy fe que nunca formaron parte de la organización  Montoneros, pero varios de ellos están desaparecidos bajo la acusación de ser guerrilleros o terroristas. Y Montoneros nunca se ocupó de decir “no forman parte de nuestras filas”. 

El tiempo pondrá las cosas en su lugar. Porque no somos ni la "Generación de Plomo" ni la "Generación Perdida".

No hay comentarios:

Publicar un comentario