Un periodista es solo la expresión de la propia sociedad en
la que vive.
Y como también vive en ella, entonces interfiere en su propia construcción, si por
construcción se entiende tomar nota y divulgar las esperanzas, ilusiones,
frustraciones y todos los quiebres que la ideología y el conocimiento
subyacente – auténtico o no – determinan el rumbo que esa propia comunidad ha
elegido tomar.
Un periodista es estar y no estar. Es recoger e inferir. Es
atragantarse por la vorágine de la vida del pueblo al que pertenece. Un
periodista es esa manera de estar a mitad de camino entre el asesinato y la
consolación.
Un periodista es solamente eso. Es como la vida. Es como la
gente. A veces es su propia manera de ser. Y otras veces... Es como la vida, la
gente, el pueblo, el ciudadano, la ciudad, el campo, una villa.
Y otras veces es su propia conciencia.
Pero esa conciencia siempre está a mitad de camino entre lo que es y lo que debería ser.
Pero si no fuera así, las comunidades o sociedades no serían
lo que son. Cada una de ellas ha necesitado o ha sido tributaria del testimonio
de un periodista.
Un periodista es solo la expresión vulgar, canalla y
claramente comprensible de todas las complejidades que hoy conocemos cuando
salimos de nuestra casa.
Si estos comentarios o definiciones no coinciden con lo que
habitualmente vemos en los grandes medios audiovisuales, el oficio no es el
culpable sino la víctima.
En esos casos funestos, es recomendable rescatar esta frase
de Tomás Eloy Martínez dicha en la conferencia “Periodismo y narración:
desafíos para el siglo XXI” en 1977: “El periodismo nunca es un mero
modo de ganarse la vida sino un recurso providencial para ganar la vida”
La ilustración pertenece a http://www.e-faro.info/
La ilustración pertenece a http://www.e-faro.info/
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