domingo, 22 de junio de 2014

NUESTROS PAISANOS, LOS INDIOS



El cartel que acompaña esta crónica está al final de una exposición sobre la vida, conquista y sometimiento de los indios fueguinos en el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires. Sin decirlo, increpa al espectador sobre un tema crucial en la identidad cultural de la sociedad argentina. En este país es frecuente afirmar en tono de humor que “los argentinos descienden de los barcos” en referencia a la gran inmigración europea de la segunda mitad del siglo XIX y el primer cuarto del XX. 


La frase, irónica, sobre el origen identitario argentino, es consecuencia de una serie de mitos “históricos” que se resumen en expresiones tales como “Argentina es un país sin identidad” o “Somos europeos, la nuestra es una sociedad transplantada. No hace falta más que ver a la gente en la calle”. Y en el mejor de los casos el pensamiento común es el de “no se sabe qué somos”. 

En todos los casos, se ha naturalizado que la sociedad argentina no tiene nada que ver con los pueblos indígenas, originarios del actual territorio argentino. Y se da por sentado que la conquista española borró para siempre todo vestigio étnico. Pero una serie de datos significativos nos indican otra dirección de los acontecimientos históricos, culturales y biológicos.

La frase que sirve de título a la crónica pertenece al nombre del  libro escrito por Carlos Martínez Sarasola. Una formidable investigación sobre el universo de las comunidades indígenas argentinas. La expresión la toma el autor de una arenga del General José de San Martín a sus tropas el 27 de julio de 1819, en plena lucha por la independencia. “… y sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios: seamos libres, y lo demás no importa nada”. Pero la palabra “indios” se perdió en el devenir de los acontecimientos y la construcción del Estado y los verdaderos indios no recibieron nunca la categoría de compatriotas, algo que Martínez Sarasola remarca en el prólogo. 


Todo el poder institucional español dejó de existir el 20 de febrero de 1813. Ese día se produjo su derrota en la batalla de Salta y el abandono definitivo del actual territorio argentino por fuerzas políticas y militares leales a España. Para esa fecha, el 70 por ciento de lo que hoy conocemos como Argentina estaba habitado por comunidades indígenas.

Estrechos corredores entre Buenos Aires, Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan o Buenos Aires, Córdoba, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy o las poblaciones ribereñas sobre los ríos de La Plata, Paraná, Uruguay y Paraguay eran territorio dominado por lo que se ha dado en llamar el “hombre blanco” en oposición a la palabra indígena. El resto, lo que hoy podemos visualizar en cualquier mapa escolar, era territorio indígena. No había asentamientos de españoles o europeos. Pero en todas las ciudades mencionadas había población negra esclava, indios mestizados y sometidos al trabajo; es decir, la población no era exclusivamente “blanca”. No hay datos sobre la cantidad de población indígena en la época. Recién en 1869 se hizo algo parecido a un censo; se los contó desde el punto de vista militar, tanto así como saber cuántos indios había del otro lado de la frontera. Se los contó en número aproximado como enemigos.

Cristina Messineo dice en la presentación del trabajo de la Universidad de Buenos Aires “Lenguas indígenas y lenguas minorizadas” que “se estima que antes de la llegada de los españoles a América, en lo que es hoy el territorio argentino, se hablaban unas 35 lenguas indígenas. Actualmente existen sólo 13, agrupadas en seis familias lingüísticas”

Escalas comparativas para determinar el color de ojos, cabello y piel para establecer la tipología racial.
Escalas comparativas para determinar tipologías raciales.
Es evidente que algo pasó y la explicación aproximada de lo que sucedió puede estar en estas afirmaciones de Martínez Sarasola en la obra citada: “La misma historia evidencia el desmoronamiento paulatino de nuestra población aborigen, ya sea por acción directa (las campañas militares) o por omisión (la no elaboración y ejecución de políticas, que permitieron la “desaparición natural” de estas comunidades)”.


Sobre campañas militares no alcanzaría la vida para leer todas las que hubo contra el indio. Se sabe y es conocido el genocidio monumental que fue la denominada “Campaña del Desierto”  emprendida por el general Julio Argentino Roca entre 1878 y 1885. Pero hubo otras anteriores. No fue Roca el autor de ese tenebroso eufemismo de llamar “Desierto” a un territorio ampliamente habitado.

Un comerciante y empresario devenido en cronista viajero, William Mac Cann, dice en el capítulo IV de su libro “Viaje a caballo por la provincias argentinas”:Le estaba reservado al general Rosas, imponerles un verdadero escarmiento con su expedición de 1833. Esta expedición alcanzó tanto éxito, que su jefe, al volver, fue llamado por todos el Héroe del Desierto. La guerra los hubiera exterminado, pero los mismos indios pidieron la paz. El vencedor no se proponía otro objeto; una vez que los hubo aterrorizado -al punto de que temblaban a su solo nombre- muy de buena gana hizo la paz, pero imponiéndoles la ley”.

En el mismo capítulo explica con claridad meridiana el pensamiento dominante sobre el aborigen: “Nada revela mejor la superioridad de una raza sobre otra, que lo siguiente: los indios poseen todavía un territorio mucho más extenso que el poseído por los habitantes de raza española; eso no obstante, reciben como  limosna el auxilio que se les presta”.

Y en el capítulo X, refiriéndose a los modos de viajar entre las actuales capitales de provincia de Santa Fe y Córdoba, reconoce sin problemas que los territorios eran indios. Dice: “Los preparativos del viaje a Córdoba nos llevaron un día entero. Esta ciudad dista ochenta leguas de Santa Fe. Antiguamente existía un camino público y seguro que las comunicaba, pero de un tiempo a esta parte, según dije, los indios del Chaco han recobrado muchos de sus antiguos dominios; el camino está casi abandonado y expuesto a los asaltos de los salvajes; de ahí que el viajero no pueda aventurarse sino con armas convenientes y bien preparado a la defensa”.  

Mac Cann recogió información 1842 y 1845. Ese año regresó a Inglaterra y en 1846 apareció en Liverpool la obra con el título “The present position of affairs in the River Plate” y la firmó con el pseudónimo “A Merchant”.

En la cartografía de 1867 que acompaña la obra de Víctor Martín De Moussy “Descripción Geográfica y Estadística de la Confederación Argentina”, se puede ver claramente que el territorio argentino estaba habitado en sus dos terceras partes por comunidades indígenas. De Moussy cita nombres de tribus que hoy no reconocemos.  A propósito de esta inmenso trabajo de relevamiento decía De Moussy en la propuesta que le hizo al entonces presidente Justo José de Urquiza: “… todos conocen cuan desconocido es en Europa, sino también en América Meridional misma, el interior de las provincias argentinas”. Es evidente que las propias autoridades desconocían la dimensión del territorio y sus habitantes.  

El Gran Chaco. Territorios indígenas del norte.
Y sobre su trabajo escribió después:Nuestras exploraciones comprenden las catorce provincias de la Confederación Argentina, nos han costado cuatro años enteros de viajes. Hemos recorrido el país en todas direcciones”. La obra se publicó en París entre 1860 y 1868 bajo el nombre de Descripcion physique, geographique et statistique de la Confederation Argentine, y constaba de tres volúmenes con abundantes datos estadísticos y una cartografía completa del actual territorio argentino. Varios de estos mapas los pueden ver en el siguiente enlace https://www.flickr.com/photos/sarmiento-cm/sets/72157644873254070/.  Son fotografías propias tomadas de la edición “Librairie de Firmin Didot Frères. Fils et Cie” de 1873 propiedad de la biblioteca del Instituto de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. 

La cartografía deja en claro que el tan mencionado desierto no era ningún desierto. El sociólogo Marcelo Musante se pregunta en su ponencia “El discurso como herramienta de un proceso social genocida”, publicado por la Comisión Provincial por la Memoria de Chaco: “¿Qué significa esa idea de desierto? ¿Qué significa ese “Impenetrable Chaqueño? ¿Para quién es impenetrable? ¿Acaso para los Tobas y Wichis que viven, comen y llevan siglos en sus entrañas? ¿O es para los que no pueden acceder fácilmente a esos montes entreverados a colonizarlos?

La frase del museo con la que empieza esta nota ha sido siempre factor de debate, aunque se haya naturalizado que – a diferencia de otros países sudamericanos – acá no había indios o se extinguieron o fueron muertos por los españoles. Martínez Sarasola dice en el prólogo de su libro “Nuestros paisanos, los indios: “La “cuestión indígena” fue siempre harto debatida en nuestro país. Cíclicamente fue centro de interés e innumerables discusiones. Como si fuera menester debatir la idea de dignificar de una buena vez la vida de un sector crónicamente postergado por la sociedad argentina”.

Y agrega: “Salvo excepciones – que siempre coinciden con los interregnos democráticos – los indígenas no fueron considerados compatriotas, aberración que hoy, con grandes esfuerzos, está comenzando a ser superada”.

Es posible. Al menos la frase del museo intenta de que el visitante se pregunte: ¿qué fue de nuestros indios?

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